Cuando el hombre del Paleolítico todavía vagaba por la Tierra, durante la Edad de Piedra, el proceso natural de sobrevivir era de lo más violento. Aventurándose fuera de su cueva para buscar sustento, el hombre más antiguo del que se tiene conocimiento se vio obligado a luchar con enormes y abrumadoras bestias y reptiles.
Su fuerza física no le proporcionaba más que una pequeña posibilidad para sobrevivir entre las bestias salvajes. Los dientes y las uñas del hombre no estaban en condiciones de vérselas con los colmillos y garras de los animales. Lo mismo que sus piernas a menudo no eran lo suficientemente fuertes para dejar atrás o saltar más que sus adversarios animales.
Sin embargo, y a pesar de que la muerte le podía llegar en cualquier momento, su instinto le reveló que poseía un arma que le otorgó superioridad sobre las bestias carnívoras: el poder de la inteligencia. El habitante de la cueva utilizó su inteligencia innata para hacer armas toscas con las que luchar contra sus adversarios a distancia.
Al mismo tiempo se dedicó a observar las técnicas de otros depredadores y sus rapiñas. Según el antropólogo John E. Pfeiffer en La Aparición del Hombre: “...lo incomprensible que era la naturaleza del primer hombre, comparándolo con el estudio de los métodos de caza de otros grupos de depredadores. Además, cuando comenzó a depender mayoritariamente de la carne, probablemente proveniente de los esfuerzos de los carnívoros próximos, imitó sus métodos de acecho y ataque...”.
Era adaptarse o morir. Observó que mediante el trabajo y esfuerzo en equipo, era más fácil defenderse y conseguir comida. Agrupándose con sus humanos comenzó a establecer derechos territoriales. Sin embargo, otros grupos menos afortunados o más agresivos comenzaron a invadir sus terrenos de caza. Surgieron los conflictos. Inevitablemente el hombre luchaba contra el hombre.
Estas primitivas y casuales disputas condujeron gradualmente a los orígenes de las técnicas de defensa personal. A pesar de que no existan restos históricos o no hayan sido localizados, los estudiosos del tema generalmente aceptan la tesis de que los rudimentos de las artes marciales se originaron en diferentes partes de Asia y fueron perfeccionados en China.
Los rudimentos de las artes marciales chinas, conocidos popularmente en occidente como Kung-Fu, pueden tener su origen en el Neolítico, aproximadamente hace 4.000 años. La forma más temprana de arte marcial aparece en la historia del legendario Emperador Amarillo, Huang Ti, que luchó y venció a su enemigo, Chu Yuo, mediante el uso de métodos tradicionales de lucha chinos.
Este hecho ocurrió en la primera mitad del tercer milenio a.C. Sin embargo, incluso los historiadores chinos reconocen la existencia de lagunas documentales que pudiesen probar definitivamente que la forma más antigua y sofisticada de las artes marciales, se desarrolló en aquéllos lejanos días del Emperador Amarillo.
Durante la Dinastía Shang (1523-1027 a. C.), los oráculos realizaban inscripciones sobre huesos, lo cual evidencia la existencia de métodos tradicionales de lucha. Además, ciertos movimientos de combate fueron compilados en un tipo de danza folclórica, realizada por gente que llevaba cuernos sobre sus cabezas mientras se corneaban, se agarraban y arrojaban al resto al suelo.
Esta demostración festiva fue ideada para demostrar fuerza y virilidad, como dos potencias luchando entre sí. Así, los hallazgos arqueológicos han demostrado que durante la Edad de Bronce fueron comunes los carros de guerra con el caballo enjaezado, así como las lanzas, flechas, cuchillos y agujas de bronce, lo que indica los avances en las tácticas de lucha y ataque.
Los documentos históricos más abundantes y fidedignos los encontramos en el período de la Dinastía Chou (1027-256 a. C.), que marcó el inicio de la Edad de Hierro. A medida que comenzaron a aparecer las escuelas de filosofía, el tiro con arco y el manejo de carros de guerra (o de caballos) se convirtieron en habilidades en cuyo dominio se instruía a todos los caballeros y estudiantes en su esfuerzo por llegar a ser Chun-Tzu (hombres superiores moral y físicamente).
El tiro con arco, por ejemplo, estaba incluido en el plan de estudios de los estudiantes entre los 15 y los 20 años, con el que se les preparaba para un ritual muy importante llamado La Ceremonia del Arquero. La práctica de manejar el arco y la flecha llegó a ser un arte muy refinado que iba más allá del mero entrenamiento físico.
El arte era considerado una parte integral del Li, que son los rituales tradicionales de la cultura china (o conjunto de todas las normas mediante las cuales el hombre vive en armonía dentro de una sociedad estable). El clásico Libro de las Odas, recopilación de unos 300 poemas (aproximadamente del año 700 a. C.), recrea grandes momentos del ceremonial y ritual chino.
La lucha con los puños, Chuan po, se menciona al menos en un verso: “sin el puño no hay valor”. Así se puede concluir que el Chuan fa, el método del puño, era practicado por algunos miembros de la dinastía Chou, aunque sus técnicas concretas son desconocidas en la actualidad.
En la segunda mitad de la dinastía Chou (770-221 a. C.), durante el período de las guerras feudales, mientras el hierro comenzaba a sustituir al bronce en la fabricación de armas, se recogió en los escritos de La Gran Historia, recopilada por Ssu-ma Chien (145-80 a. C.),que surgió en China una clase guerrera diferente y que llegó a ser conocida en todo el imperio.
Con la caída del feudalismo, la casa gobernante de los Chou se debilitó y, consecuentemente, fue destruida por las constantes guerras y la desunión. Los ambiciosos señores feudales formaron sus propios reinos independientes y autónomos. Pedían continuamente más reclutas para proseguir con las cada vez más crueles y sanguinarias guerras contra los estados vecinos, para agrandar o proteger sus posesiones.
Según la historia de Ssu-ma, algunos campesinos pobres, artesanos y mercaderes sin empleo, junto con algunos viejos guerreros, empezaron a reaccionar ante el hambre y la necesidad que sufrían. Mezclando negocio y aventura se profesionalizaron, siendo más conocidos como Caballeros Andantes. Erraban de estado en estado ofreciendo sus servicios a los señores sitiados.
Muchos de los caballeros andantes, según Ssu-ma, estaban experimentados en las artes militares, sobre todo en esgrima. Partiendo de este fragmento de información, se puede decir que las artes de combate eran ampliamente practicadas por la gente común, especialmente por aquellos que eran o querían ser Caballeros Andantes.
Los caballeros andantes, sin embargo, no deben ser tomados como simples mercenarios descerebrados; tenían sus propios códigos de caballería. No sólo servían a la nobleza, sino que por lo general servían a ciudadanos en apuros. Se decía que “un caballero (Shih) da su vida por quien le aprecia”.
Valientes y aguerridos, con el mismo sentido de la justicia que Robin Hood, ofrecían sus espadas para la defensa de todos aquéllos agraviados “exponiéndose a la muerte por otros sin pensar en salvarse ellos mismos”. “ Siempre cumplían lo que prometían”, cuenta Ssu-ma, “Siempre cumplían sus proyectos y honraban su palabra”.
El Dr. James J. Y. Liu escribió, en El Caballero Andante Chino, que “históricamente, el caballero andante es una manifestación del espíritu de revuelta e inconformismo de la sociedad china tradicional, que a veces está aletargado y otras sale a la superficie”. “Sus ideas son admirables, aunque éstas no siempre se han cumplido realmente, e incluso han servido como excusa para actos ilegales. Es muy probable que los ideales de los caballeros andantes hayan inspirado los códigos morales de sociedades secretas de tipo subversivo”.
Lo que es más probable, sin embargo, es que los principios morales de los caballeros andantes, unidos a su devoción por sus utópicas ideas, tuvieran un gran impacto sobre los maestros de artes marciales de épocas posteriores, quienes llegaron a estar convencidos de que su poder sólo debía de ser usado para la autodefensa y para ayudar a los indefensos.
Así, durante la rebelión contra la dinastía Chou, mientras Lao-Tzu y Confucio se daban a conocer, se idearon por primera vez en China algunos de los fundamentos sistematizados de las artes marciales.
Las bases del futuro de China se asentaron rápidamente en el tercer siglo a. C.. El impetuoso y supersticioso jefe revolucionario Huang Ti, llegó a convertirse en el primer unificador de China (221-210 a. C.), uniendo todas las regiones en una unidad política bajo la Dinastía Chin.
Sumando la teoría del Sun-Tzu (del poder absoluto del príncipe) a la estrategia militar, “el primer emperador” se dispuso a consolidar sus conquistas con mano dura. En su esfuerzo por proteger los pasos más vulnerables de la frontera contra los vecinos bárbaros, Huang Ti, mediante mano de obra esclava, edificó grandes partes de lo que más tarde se conocería como “La Gran Muralla China”.
Cuando finalmente se completó, durante la dinastía Ming (1368-1644 d. C.), la Gran Muralla era la barrera fortificada más grande de la historia (aprox. 1400 millas de longitud sobre montañas, valles y ríos) y un monumento de ladrillo, tierra y piedra al esfuerzo y sufrimiento de miles de trabajadores.
Por actuar según el consejo de Li Ssu, su frío y calculador ministro de estado, el emperador atrajo sobre su persona la antipatía de varias generaciones de chinos. Intentó subyugar a su gente mediante una especie de control mental o lavado de cerebro.
Ordenó quemar todos los libros sospechosos de tener un germen o una idea opuesta a su mandato. Esto incluía crónicas de estado, El Clásico de la Poesía China (Chih Ching), El Clásico de la Historia (Shu Ching) y obras filosóficas. Muchos de los libros, considerados únicos antes del “edicto del fuego”, estaban escritos a mano sobre voluminosas hojas de papel de bambú y tablas de madera. Sin embargo, no todo se perdió en el holocausto literario.
Estaban exentos de prohibición los tratados sobre medicina y farmacia, las crónicas imperiales oficiales para glorificar a los Chin y su poderío, y folletos sobre predicciones de hechos futuros. Afortunadamente, muchos de los libros prohibidos fueron recuperados posteriormente a partir de copias escondidas.
El emperador siempre había estado obsesionado con encontrar los medios para alcanzar la inmortalidad. Las prácticas mágicas taoístas para proporcionarle el elixir adecuado fracasaron y murió durante la búsqueda.
Huang Ti no solo quería manipular las mentes de sus gobernados, sino también dominar sus cuerpos. Prohibió la práctica de artes marciales, producto de sus temores a que el pueblo se alzase y destruyese su imperio. No estaba permitido portar armas de ningún tipo. Como precaución de seguridad, todos los instrumentos de lucha no requeridos por las tropas Chin fueron confiscados y fundidos.
La muerte era la pena usual para aquellos que no obedecían los decretos del emperador. Sin embargo, se cree que algunos miembros de la dinastía Chin continuaron secretamente con la práctica de las artes marciales hasta el año 206 a. C. Tres años después de la muerte de Huang Ti se produjo un levantamiento interior masivo, finalizado con el derrocamiento y expulsión de la dinastía Chin y su herencia, aunque no del todo, ya que Chin sirve de base para la palabra China.
Una vez asentados los remolinos del desorden, un cruel pero prudente proscrito, Liu Pang, ocupó el trono de la Dinastía Han. Decía arrogantemente que había conquistado el imperio a la grupa de su caballo, dando mayor importancia a la fuerza que a la filosofía moralista. Sin embargo, posteriormente, corrigió su enfoque diciendo que defendía las creencias confucionistas de que el gobierno debía buscar el bien para sus gobernados.
Confucio decía que el bien podía originarse a través del ejemplo regio. El emperador, que llegó a ser conocido como Kao Tzu durante su reinado de 7 años (202-195 a. C.) estaba de acuerdo, a la vez que añadía su gran fuerza a la caballerosidad del confucianismo.
Como hombre del pueblo, el emperador Kao abolió la servidumbre y permitió la reanudación de las artes marciales en todo el imperio. Según el Han Shu, la historia dinástica de 400 años autorizada por Pan Ku, las artes militares llegaron a ser una parte vital de la política gubernamental. El entrenamiento del ejército se incrementó.
Los métodos de combate de la esgrima y del cuerpo a cuerpo se incorporaron a los programas normales de instrucción militar. Un soldado de talento podía alcanzar alto rango y gran talla si era diestro con la espada.
Esto fue evidente particularmente durante el mayor apogeo del “Imperio Celestial”, bajo Wu Ti “El Emperador-Soldado”, quien con 16 años comenzó su reinado, en el 140 a. C., como quinto regente Han.
Este brillante estratega gobernó durante los siguientes 53 años, extendiendo y protegiendo su imperio con sus renombradas campañas militares. Para sus grandes empresas, Wu Ti, precisaba de hombres excelentemente entrenados para ser generales: “un caballo desbocado o que de coces puede llegar a ser el animal más valioso. El hombre que es objeto del odio de todo el mundo debe vivir para realizar grandes cosas. Igual con el caballo salvaje que con el hombre enamorado; simplemente es una cuestión de entrenamiento”.
Mientras tanto, la gente común adaptaba las formas de las artes marciales a su propio entrenamiento físico. Durante la dinastía Han más tardía (25-220 d. C.), por la época en que el Budismo se introdujo en China (siglo primero), un plebeyo, Kuao Yee, creó un nuevo estilo de combate llamado Chang Shou, que quiere decir literalmente “brazo largo”. Aunque las técnicas exactas se han perdido, se sospecha que el Chang Shou tuvo alguna influencia en el desarrollo de las artes marciales.
Durante la época siguiente, la de los Tres Reinos (220-65 d. C.), se dice que un famoso médico, Hua-To, desarrolló el uso de la anestesia para tratar las enfermedades dolorosas. Conocido por sus curas legendarias, el buen doctor llegó a ser uno de los primeros defensores de la medicina preventiva.
Hua-To quería evitar o reducir las enfermedades a través de sus series de ejercicios que él llamó “El juego de los cinco animales”. Los movimientos físicos, ideados para fortalecer el cuerpo, fueron creados a partir de sus observaciones del tigre, del cuervo, del oso, del mono y del pájaro. Decía que “ejercicios sencillos provocarían que el sudor limpiase el cuerpo” y que “el cuerpo se debilita si se cree que es saludable tomar alimentos poco energéticos”.
Obviamente estos ejercicios no eran practicados para conseguir más habilidad en combate, pero pueden ser considerados como los preliminares de posteriores formas de Kung-Fu basadas en movimientos de animales.
No hay duda de que las artes marciales, más o menos refinadas, han venido desarrollándose en China durante más de 2000 años. No se conocen escuelas de artes marciales antes de la era de las Seis Dinastías (264-581 d. C.), salvo los campamentos de instrucción militar imperiales.
Importante conocer la historia, para entender el presente de las artes marciales en general y del kung fu en